sábado, 29 de enero de 2011

Azar

Viernes, seis de la tarde. Estando en casa recibo una llamada de G. Acaba de terminar una clase práctica de autoescuela y está por el centro.¿Me apetece una cerveza? Quedamos en P. Cuando llego, está decidiendo entres dos libros; elige uno de Orwell. La opción para las cervezas es el 5. Mientras degustamos la primera jarra, hablamos de literatura, proyectos a corto plazo, ¿cómo está J.?, ... de todo un poco. Al cabo llega P. y el tema la conversación cambia totalmente.

Y ahora llega el momento determinante de toda esta historia. Ayer por la mañana recibí un nuevo pedido de tarjetas; la novedad es un calendario en la parte de atrás. La entrega estaba prevista para dentro de una semana, pero se ha adelantado. Antes de salir, me he echado al bolsillo un tarjetero con un puñado de tarjetas, y en ese momento reparto una a cada uno: una para G., una para P. y otra para M.


Después de tomar un tercio, G. se marcha. Yo me quedo un rato más con P. Cuando vuelvo a casa mi mente ya va por otros caminos.

Sábado, seis y veinte de la tarde. Recibo este correo:

"Ola!!nose si el libro que me encontrado oy en el bus de Almeria a Maria es tuyo! (Utilizaba tu tarjeta "clases de matematicas" de marca páginas).
De todas formas el dueño del libro creo ke se bajo en la parada de Turre!!
En fin, si sabes quien puede ser o si eres tu y quieres recuperarlo, escribeme un mail.!!
P.D. Mientras creo que empezaré a leerlo..Salu2!!!".

Conclusión: el azar gobierna nuestras vidas de un modo misterioso.

jueves, 6 de enero de 2011

Culpa

Luego llegaron las burlas, las humillaciones, las comparaciones, que fueron minando su confianza hasta hacer de él un completo inútil, incapaz de hacer algo por sí mismo.

No todo fue un valle de lágrimas, claro que no. Por supuesto que hubo momentos de felicidad; pero se fueron reduciendo hasta prácticamente desaparecer.Y digo prácticamente, porque nunca llegaron a desaparecer del todo; simplemente tuvo que salir a buscarlos fuera. Y los encontró en sus amigos. A ellos debe la vida, su segunda vida.

Durante un tiempo logró cierta independencia y cortó radicalmente con su familia, llegando a producirse situaciones extremas. Aunque nunca llegó a desconectar del todo, sí que hubo períodos de tiempo donde el contacto desapareció casi por completo. Aun así, siempre volvía con una segunda oportunidad; y siempre acababa decepcionado, recibiendo un palo más que se sumaba al anterior.

Cualquier otra persona hubiese acabado odiándolo, pero él no; en el fondo, lo que sentía por su padre era lástima, pena... se compadecía de él. Poco a poco había conseguido quedarse sólo en su familia. Y llegaría el día en que se quedaria sólo literalmente. Eso no podría soportarlo, no sería capaz de superarlo, a persar de sus bravuconadas.

Todo eso lo sabía el muchacho, y por eso siempre volvía; con la esperanza de que él cambiase. Aunque en el fondo sabía que la gente no cambia nunca, quería creer en que el cambio es posible. Y también por eso, cada vez que había una ruptura, se sentía culpable. Pensaba que quizá no se esforzaba lo suficiente, que no hacía todo lo posible. Quizá pudiese dar más de si mismo.
Aunque también era consciente de que ya lo había dado todo por nada... toda la vida.

Vergüenza

El muchacho está en medio de la habitación. Apenas tendrá 5 o 6 años, y todo el mundo forma un círculo alrededor de él. Están en casa de los abuelos paternos del muchacho, en el pueblo de la familia. No para de hacer "jerigonzas", como diría su abuelo materno; salta, hace ruidos y muecas...en definitiva, hace el payaso. Todo el mundo le ríe las gracias y él es feliz; se siente importante, es el centro de atención de la reunión. Al menos, él lo cree así, y así lo recuerda; como un momento de felicidad absoluta. Para un chico de su edad no se necesita mucho para llegar a este punto.

Sin embargo, hay alguien que no comparte esta opinión. No lo demuestra en ese momento, pero más adelante se lo hará saber. Ya lo creo que se lo hará saber; de la forma más cruel para una mente tan moldeable como la suya. Ya en el coche, de vuelta a casa, le hace ver que lo que ha hecho no ha estado bien; de hecho, ha estado muy mal, pues los ha avergonzado. Y no debe volver a hacerlo nunca más. En un débil intento por defenderse, reclama que la gente se reía y lo pasaba bien. Pobre iluso. La gente se reía, sí; pero de él. Por que lo que hacía eran tonterías y se burlaban en sus propias narices.


Desde ese momento recordará aquellas risas "malévolas" de su familia mofándose de él y señalándolo toda su vida. La imagen que tenía en mente se transformará cobrando un tono sombrío. Este hecho, pueril en apariencia, tendrá un tremendo impacto en su vida. El muchacho se encerrará en sí mismo, tornándose inseguro y tímido; se volverá desconfiado. Y lo que es peor aún, tardará veinte años en salir de ese "agujero" donde lo han encerrado. Si es que lo logra, pues es posible que nunca llegue a escapar del todo.

Todo esto no es tan simple; de hecho, es mucho más complicado. De ser un chico jovial, alegre y abierto pasará a ser todo lo contrario. Esta transformación no ocurrirá de la noche a la mañana, sino que tendrá lugar durante un proceso de cambio gradual, lento pero constante.

Pero el origen de todo estuvo en aquel momento de aquel día. Y tanto en el origen como en el proceso posterior, el catalizador que hizo que se obrara el cambio fue su padre.

Duda

El me quería (y me quiere), eso lo sé. Pero no de la forma que yo necesitaba entonces. Tampoco estoy segura de que deseara que me quisiese de esa manera, pero a menudo imaginaba que era así. En aquella época lo pasaba mal, y quizá me agarraba a una ilusión. No sé si podría haber sucedido algo; y, de ser así, como habría acabado todo... si es que hubiese acabado.

El caso es que hubo un momento en el que estuvo a punto de suceder. Aquella noche estábamos los dos muy bebidos, bailando en un pub. De repente me acerqué a él y lo besé. Primero en el cuello, luego bajo la oreja, en la mejilla y, cuando iba a besarle en la boca, él apartó la cara. Acto seguido, sin tiempo para pensar, una amiga me cogió, me sacó del pub y me llevó a casa.


No hemos mencionado aquello nunca; ni siquiera estoy segura de que se diese cuenta de lo que pasaba. El caso es que hasta ahora seguimos siendo buenos amigos.

Pero... ¿que hubiese pasado si...?

domingo, 2 de enero de 2011

Magia

Llevas toda la noche esperándola; una llamada, un sms, a ella. Decides salir y tomar un poco de aire fresco. Y en la puerta del pub la ves. Está sola. Preciosa, piensas. Aún más guapa de lo que te ha parecido dentro. Rápidamente te lanzas para evitar pensar y acabar haciendo nada.
Feliz año nuevo, dices mientras te acercas y, disimuladamente sacas un chupa-chups del bolsillo para meterlo en una manga.
Feliz año nuevo, responde ella volviendo la cabeza para mirarte.
Unos ojos tan bonitos se merecen un regalo especial. Y levantando rápidamente el brazo haciendo que el  chupa-chups aparezca en tu mano, añades: Pero ahora mismo sólo tengo esto a mano.
Gracias, responde ella bajando la cabeza tímidamente. Te vuelve a mirar y dice: Me gusta tu sombrero.
¿Este?, contestas sorprendido, señalándote la cabeza. Sí, es un sombrero muy especial. Es primo hermano del Sombrero Seleccionador de Hogwarts. Sólo que, en lugar de decirte a que casa ir, te dice que chico debes besar. Esta noche estás sembrado.
Ella sonríe. Te estás enamorando de esa sonrisa. 
¿Quieres probar? Toma, póntelo. Le colocas el sombrero sobre la cabeza. Ella accede entre sorprendida y divertida. 
Y ahora me dirá que debo besarte a tí, ¿no?
Tu respondes: Que sea mi sombrero no significa que diga mi nombre.  La magia y mis deseos van cada uno por su lado, añades con una sonrisa amarga. Simplemente cierra los ojos y escucha. A ver que pasa.


Te mira directamente a los ojos y finalmente cierra los suyos sonriendo. Dios, esa sonrisa. Tras unos pocos segundos, los abre y dice: Debo besar a S. ¿Eres S.?, pregunta sonriendo. No eres capaz de imaginar como ha adivinado tu nombre, pero no te importa. Sonríes y, sin pensarlo dos veces, la besas. Es un beso largo, tierno, dulce. Cuando os separáis tienes la sensación de que ha sido el primer beso sincero que te han dado en toda tu vida. Se lo dices.
¿Cómo te llamas?
E.
Os miráis a los ojos sonriendo. En ese momento sus amigas salen y ella tiene que irse. Le pides su teléfono para quedar otro día, lamentándote de que todo haya sido tan breve.
Lo bueno, si breve, dos veces bueno, dice ella con esa sonrisa que te ha atrapado para siempre.
Sonríes y replicas: para todo refrán existe un contrarrefrán. Lo buscaré para la próxima vez que nos veamos.
Os dais otro beso para despediros, mientras sus amigas se ríen y cuchichean. Te devuelve el sombrero y se despide. Mientras se aleja, vuelve la cabeza. 
Lo bueno se hace esperar, te dice guiñándote un ojo.
Esperaré, dices sonriendo.
Yo también esperaré. Lo bueno no somos tú o yo. Lo bueno somos los dos.