jueves, 27 de diciembre de 2012

Improvisando (que es gerundio)

No soy un buen estratega. No, trazar planes no es lo mío. Para ello, hay que ser frío y calculador; demasiado racional para mi gusto. En cambio, yo soy más impulsivo, más visceral. Prefiero improvisar. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes, claro está. Pero no los voy a enumerar aquí.

Lo más importante, es que cuando algo sale bien, porque el azar así lo dispone, lo disfruto como nadie. Porque, si te llega algo esperado, ¿a que no sabe igual?


Perdido


He perdido mi buena estrella y, con ella, el norte... 
y el sur, el este y el oeste.

He perdido la ilusión, la cabeza y el corazón.

He perdido todos los trenes que el azar trajo a mis andenes. 

He perdido...


sábado, 8 de diciembre de 2012

Solo

Hay mucha gente que piensa que soy un bicho raro. Y sólo porque hago cosas sólo. Cosas como salir de fiesta, ir al cine, conciertos,... Bueno, no sólo por eso; pero es de lo que voy a hablar aquí.

No siempre he sido así, pero llevo más de media vida haciéndolo. Y no por decisión propia. No es que yo quiera hacer las cosas solo, si no que las circunstancias me obligan a ello.
En realidad, sí que me apetece estar solo, y hacer cosas sólo; al menos, algunas de ellas, en ciertos momentos. Y luego está la costumbre; cuando repites algo tantas veces, durante tanto tiempo...

¿Y qué voy a hacer si no? Dejar de ver una peli que quiero ver, quedarme tirado en casa,... ¿Que es triste? Puede que sí. Pero, sinceramente, me parece que es más triste quedarse en casa perdiéndose la vida por no tener a nadie con quien compartirla... nadie que quiera compartirla contigo en este momento.

El caso es que sé estar solo. No necesito a nadie... o debería decir que no dependo de nadie. Lo cual puede crear confusión con mi fidelidad a la vista de muchos. Sin embargo, pienso que ésta está fuera de toda duda. Aunque no soy yo quién para opinar al respecto, al menos objetivamente. Pero, ¿quién lo es?

No soy yo el que llama a la gente por conveniencia, sólo cuando la necesito. No soy yo el que ahogo las penas, lloro sobre el hombro, me desahogo y me largo, hasta la próxima. No soy el que pretende chasquear los dedos y que los demás aparezcan, siempre disponibles. No, ese no soy yo

Es más, soy precisamente todo lo contrario. Porque  he aprendido a ser así. Me he visto obligado a serlo. Y me alegro.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Cuando apenas llevaba unos meses en Almería, me atracaron. Ahora lo recuerdo casi con cariño, en tanto en cuanto me enseñó sobre la condición humana.

Por aquel entonces solía salir por las tardes a dar una vuelta sólo. Aún no había hecho amigos y mi único plan consistía en pasar el tiempo mirando libros que no podía comprar en las librerías Cajal y Picasso. Las dependientas ya me conocían y me sonreían sin molestarse en preguntarme.

Todo sucedió muy deprisa, aunque aquel momento me pareciese eterno. Alguien me echó el brazo por encima del hombro. En principio pensé que sería algún compañero del instituto o algún otro conocido; pero en cuanto hice el amago de girarme para saludar, recibí la primera amenaza, acompañada de un apretón alrededor del cuello. "Sigue andando, no me mires. Como me mires te rajo". Paramos cerca de un árbol, ya en el Paseo, donde me obligó a darle todo lo que llevara: ni cincuenta pesetas en mi por entonces maltrecha cartera. Cuando se convenció de que no llevaba más, me ordenó ir paseo arriba sin volver la vista atrás, "o te reviento".

Lo que más me sorprendió fue que la escena se desarrolló en pleno Paseo de Almería, a la luz del día, y no en un callejón en la oscuridad de la noche. Como he mencionado, junto a un árbol, haciendo esquina con Navarro Rodrigo. Y nadie se acercó a ayudar a aquel pobre muchacho pueblerino que era entonces.

Ni que decir tiene que tardé en volver a salir a la calle sólo. Quién lo diría...