“Prescincible es, como
cuando te invitan a
una fiesta, tú no vas,
y a nadie le importa.”
La facilidad para contar conmigo
no se debe a que no tenga nada que hacer, a que no tenga vida, si no es con y
para ‘vosotros’. Antes al contrario, tengo demasiada vida, quizá. Vida interior
y otros tipos de vida. Se debe más bien al excesivo interés y empeño que pongo
en ‘vosotros’.
No sabéis la de veces que he dado
de lado otros asuntos, y a otras personas, que (ahora lo sé) merecían más mi
atención. Pero, iluso de mí, creía que hacía lo ‘correcto’, que había algo
mutuo, cuando estaba claro que no era así. Saltaba a la vista, pero yo estaba
ciego. Como ciega el ‘amor’. Como ciega idealizar las cosas.
Y cuando por fin te das cuenta de
cómo es todo en realidad, cuando abres los ‘ojos’ y ves lo que hay, te duele. Duele
y te enfadas. Con todo y con todos. Aunque en realidad te enfadas contigo
mismo, que eres el único culpable, el responsable de la decepción que sientes. Por
poner demasiadas esperanzas e ilusión en algo, en alguien, que no merece la
pena. Nunca la mereció. Nunca la merecerá.
Es entonces cuando comienza tu ‘metamorfosis’,
que no es sino un período de transición hasta tu próxima piedra. Porque sabes,
estás seguro de ello, que habrá más piedras. La ‘misma’ piedra con distintas formas. Y es que el envoltorio
es lo que cambia en realidad. Pero el fondo es y será siempre el mismo.