jueves, 14 de julio de 2011

Removiendo recuerdos

Me llevó tanto tiempo hablarte... fue la cosa más difícil de hacer. Me acercaba a tu puerta y, en el último minuto, me volvía. Pero tú ni siquiera podías mostrarte, suspendida en tus pensamientos, incapaz de mirarme a los ojos. Te gustaba saberte pensada.

Cuantas veces deseé que sacaras una caja y encerraras tu orgullo. Lo di todo por nada: creí, esperé, confié ... o, más exactamente, soñé. El amor le empuja a uno a hacer cosas así, y aun peores.

Tú quizá diras que las cosas no fueron así, claro. La realidad se compone de diferentes capas; la cuestión es cual coges tú y cual tomo yo.

 

Pero se acabó, se nos acabó el tiempo. He dejado de soñarte. Y ni siquiera puedo decir que al menos hicimos el viaje, que compartimos un tramo del camino. Porque las cosas que se piensan son como los caminos por donde se pasa: si no has estado, no has estado.

Todo en lo que creo, todo lo que he conocido se desvanece lentamente ante mis ojos. Me fui en busca de respuestas, y estoy cayendo... muero a los ojos de mis amigos.  Me agarro como un idiota a la poesía de las posibilidades, y caigo una y otra vez derrotado por la tiranía de las probabilidades. Hasta el tamaño de mis sueños resulta insignificante.

No hay alivio en la amargura... debería dejarla morir.

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