jueves, 24 de enero de 2013

Juguete roto

Había ciertos momentos en los que se sentía así. Olvidado en un rincón, acumunando polvo. Esperando, esperanzado, que alguien se acordara de él. Para poder sentirse vivo otra vez. Aún sabiendo que lo volverían a dejar de lado. Una y otra vez.

Porque algo le decía que ya se había cruzado con aquella piedra en el camino otras veces. Llámalo dèjá vu. Pero él quería darse otra oportunidad. A sí mismo. Una más. La penúltima. Queriendo creer que esa vez no será igual. Que todo irá bien. Deseándolo. A pesar de todo.

Y entonces volvían su insomnio y su inestabilidad emocional. Dormía no más de un par de horas a la semana. No podía dejar de pensar. Su cuerpo estaba agotado y, sin embargo, su mente seguía y seguía.

En aquellos momentos era poseedor de una sensibilidad a flor de piel y un genio creativo y melancólico. Presa del tormento interior, el romanticismo enmudecido por la no aceptación. Y de manera irreflexiva, totalmente irracional, permite que el corazón vuelva a triunfar sobre su instinto.

Y es ahí, en ese preciso instante de debilidad (¿o fortaleza?) cuando se desencadena todo. Es el principio del fin. Un fín que ha sido su principio.





No hay comentarios:

Publicar un comentario