viernes, 23 de diciembre de 2011

El cisne y la grulla

Estoy sólo en una esquina de la barra del pub. El local está casi vacío; sólo otros dos clientes al otro lado mantienen una conversación por encima de la música. Con un par de servilletas, y mi poco arte para el origami, he improvisado lo que podrían ser un cisne y una pequeña grulla. Es lo único que se me ha ocurrido para no pensar en lo que no quiero pensar. Los coloco al lado de la copa y bebo.
La camarera, una morenaza de ojos oscuros, lleva tiempo observándome; atusándose nerviosamente el pelo, mirándome de reojo mientras se contonea a son la música, cruzando miradas en el reflejo del expositor de bebidas mientras se retoca los labios,... Ahora se acerca.
- Que bonito. ¿Qué son?
- Este es un proyecto de cisne, y este otro un proyecto de grulla. Con el papel adecuado se verían mejor, supongo.
 Ella sonríe
- Seguro que sí. ¿Podrías enseñame? Siempre he querido hacer estas cosas.



De repente, una chica entra tambaleándose en el pub. Se nota a la legua que está borrachísima. Su pelo castaño alborotado, ojos vidriosos, su mirada perdida,... Se acerca a la barra y comienza a hablar con la camarera; se conocen, son amigas. Yo también la conozco, de vista, de otras veces. De la conversación que mantienen deduzco que el novio la ha dejado y está ahogando las penas en alcohol. No se lo reprocho; quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Ahora, se gira y nota mi presencia. Tras cuchichear con la camarera, ésta se va a prepararle una copa mientras ella se acerca. Me pregunta por los origami y yo intento inventarme una historia, que nada más terminar de contar, me parece estúpida; supongo que para hacerla reír y animarla un poco. Que si el cisne blanco representa al elegante príncipe azul, mientras que la grulla es la pobre cenicienta... No tengo éxito en mi objetivo; por el contrario, ella se pone seria y me pregunta si creo en los cuentos de hadas. Parece realmente interesada en el tema y en mi opinión. La camarera deja una copa para ella y se aleja para darnos algo de intimidad, supongo. Antes de alejarse, dirige a su amiga una mirada que no logro interpretar.



Después de un rato de conversación sobre príncipes y princesitas, los cuentos no pueden ocultar los verdaderos sentimientos y las intenciones de ella. Así que antes de que se me vaya de las manos, y para no hacerle perder el tiempo, digo:
- No puedo ayudarte a olvidar a quienquiera que sea que quieres olvidar. Además, mañana te darías cuenta de que has cometido un error, y yo no quiero formar parte de ese error. 
- Que considerado por tu parte,- ironiza ella con una sonrisa amarga que no oculta su decepción.
- Me gustaría poder decirte que lo hago por tu bien, pero la verdad es que lo hago por el mío; luego no podría olvidarte.

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